Por: Vicent Vila, autor i director teatral
GENERACIONES CIRCENSES
Después de casi un año, se repone en el Rialto este primer espectáculo de circo contemporáneo para adultos, que sufrió como tantas otras cosas los retrasos de una pandemia que nunca sabremos si acabará o nos acostumbraremos a convivir con ella.
Hay que anotar que no todas las propuestas de arte para adultos son de la aceptación del público que a menudo se empeña en que algunas son para niños. Citaré los títeres, Clowns, animación, dibujos animados, etc. Y por supuesto el Circo… Aunque ciertas experiencias como The hole y por supuesto Le cirque du soleil han ayudado mucho a apreciar el trabajo en la pista.
Por ello el empeño de Patricia Pardo (Textos y dirección) es francamente meritorio ya que consigue que el público adulto disfrute toda la velada, aunque por momentos el exceso de recitados con temática repetitiva distraiga la atención de los números y habilidades del joven reparto que se entrega y hace disfrutar con sus ejercicios que, aunque conocidos, no dejan de sorprender y ser valorados en cada ocasión. Quizás destacaría los aros, el trapecio, los equilibrios y la tela vertical, entre otros.
No podemos dejar de felicitar y admirar a la generación más adulta (Lo que da sentido al título del espectáculo.) Por un lado Miguel Ángel Fernández (Tinga Tinga) que demuestra admirablemente su vigor y preparación física y su sentido innato del Clown y su maestría musical con la interpretación del clásico número con arco y sierra. Por su parte María Josefa Borrego, cubana felizmente presente, nos regala un monólogo antológico al que suma su habilidad con los aros y el trapecio.
Todo ello junto a una escenografía sugerente de Los reyes del mambo, vestuario de Estíbaliz Gonzalo, Maquillaje de Patricia Vallés e iluminación de Diego Sánchez que completan y enriquecen la contemporánea y atractiva puesta en escena.
El espectáculo se abre y se cierra brillantemente con la intervención de Luna con el monólogo “la madre de la madre de la madre” que aún por repetitivo no cansa, y que da paso a un espacio sonoro en el que demuestra junto a la orquesta Panorama de los Insectos, que domina mucho más que la batería, apropiándose del protagonismo al final de la obra.
Y un aplauso merecido y ensordecedor para Assad Kassab que ha conseguido resumir todo el espectáculo y su espíritu más intrínseco en un aparentemente sencillo cartel que finalmente evoca lo perenne de este arte.
Fotos de: Pepe H.