Por: Vicent Vila, autor y director teatral
Fotos de JAVIER TORREÑO
MADRECITA MARÍA DEL CARMEN…
Este pasodoble, compuesto e interpretado por los hermanos Escobar hace más de 60 años y que curiosamente llegó a ser disco de oro, resume el fondo de la obra y lógicamente es tema musical obligado y aplaudido por el numeroso público que asistió al espectáculo que también, y por mecanismos que desconozco, fue ganador del Premio Max del Público 2021.
“Hace unos meses que Diego no compone. Ha perdido la inspiración y no encuentra motivación en la vida. Su madre, que está ahí siempre en lo bueno y en lo malo, se ofrece para ayudarle a enderezar el rumbo y nada mejor que hacer lo que más le gusta junto a ella: componer música.”
El texto escrito y dirigido por Tonet Ferrer, narra su propia vivencia: el duelo por la pérdida de un familiar que a menudo cuesta de superar. Un espectáculo personalísimo con las canciones, bromas, chistes y anécdotas que vivieron ambos protagonistas similares a las que todos compartimos en nuestro momento. Esa es la clave que aprovecha Ferrer: la complicidad cercana, dulce y nostálgica con el público para ganárselo al final de la obra sin caer en la pesadumbre y amargura que sería un recurso excesivamente fácil y atractivo dramáticamente.
Interpretada por Aitor Caballer y Pepa Chamorro, en los que destacaría sus voces afinadas y frescura escénica, ambos dan vida a sus personajes con naturalidad, carisma y firmeza consiguiendo que el espectador se identifique con ellos y vea proyectada su propia experiencia con nostalgia y buen sabor.
La música en directo interpretada brillantemente por José Vicente Torrejón, que situado inexplicablemente en el centro de la escena distrae a menudo la atención del espectador, se gana al público a través de canciones que permanecen en nuestra memoria emocional: «Un beso y una flor» de Nino Bravo, «Te quiero» de José Luís Perales, «Hago Chas» de Álex y Christina, «No dudaría» de Antonio Flores o «Color esperanza» de Diego Torres, etc, etc.
La escenografía resuelve las necesidades del texto: eficaz en su conjunto aunque peca de demasiada horizontalidad y poca presencia. Quizás un ciclorama hubiese dado más perspectiva al espacio ayudando a remarcar los momentos más dramáticos. El vestuario, “a pesar de los pantalones de Diego”, es correcto, junto al maquillaje y peluquería de Sandra Arnal que aportan la cotidianeidad de estar por casa que exige la obra.
La iluminación de Quique González remarca lo necesario con soltura y claridad, lo que no sucede con el sonido que suena con frecuencia estridente, sobre todo en los arranques de las canciones con la guitarra acústica. Quizás se podría apoyar la voz de la protagonista con algún efecto espectral que subrayara su condición…
En resumen un espectáculo personalísimo que de un modo u otro todas y todos hemos vivido y nos reconcilia con nuestras madres y muy bien azucarado con frases extraídas de los sobres de azúcar de las cafeterías.