Por: Vicent Vila, autor y director teatral
Fotografías: Patricia Vargas.
FELIZ EXPERIENCIA Y COMEDIA EN TIEMPOS DE CRISIS
En primer lugar, ¡Felicitar a la Sala Patraix por su nuevo espacio! Es uno de esos proyectos que ha salido potenciado de esa pandemia que tanto daño ha hecho a la cultura y que algunos pocos han sabido aprovechar. Esperemos que el entusiasmo inicial dé sus frutos y el barrio, que anda escaso de propuestas culturales lo sepa aprovechar. ¡Ánimo!
Dentro de la programación de adultos, pudimos disfrutar de Las Mañas o la llegada de Pan. Una comedia de Paco Zarzoso sobre tres mujeres de la España rural despoblada. Tres hermanas solteras y ancianas abandonadas a su suerte por los políticos. A pesar de ello no han perdido la dignidad. Entre ellas hay una profunda relación de amor-odio. Cada una es afín a una ideología política (derecha, centro e izquierda) y se pasan el día discutiendo, no sólo por ese hecho tan común y socorrido dramáticamente sino también por la custodia compartida de una muñeca vieja y desvalida.
Paco Zarzoso, responsable de un texto sencillo en lo formal y lleno de recursos pero profundo en su estructura, se basa en el esperpento cotidiano emulando a Valle-Inclán y cercano al Teatro del Astracán dónde cualquier recurso es justificable para hacer reír y al mismo tiempo reflexionar ácidamente, potenciales que aprovecha hábilmente en la dirección Marcos Sproston para sacar provecho de las situaciones.
El vestuario y caracterización de Josán Carbonell, potente y efectivo y la sutil iluminación de Ximo Olcina y José Ramón Pérez están discretamente al servicio del espectáculo lo que siempre es de agradecer. La eficaz escenografía de Trasto Produccions quedó afeada por un ciclorama desajustado y la grandeza de ese toro ibérico que cabe a duras penas en el escenario.
El trio de intérpretes: Rocío Ladrón de Guevara, con su ajustada voz en las jotas, Pilar Rochina, centrada, segura y con caracterizado acento maño y José Blasco siempre potente en su voz y presencia, complementados en la segunda parte por el propio Sproston como bello príncipe resucitador, logra un equilibrio interpretativo en el que todos trabajan decididos y bien cohesionados con la seguridad que da una pieza ya representada en muchas ocasiones y avalada por su Premio en el Cabañal Intim.
La primera parte resultó estática y quizás repetitiva y el público agradeció que las mujeres dejaran sus sillas para acometer una segunda parte más dinámica, lúdica y efectista a partir de la aparición del ataúd.
El público aplaudió muchos momentos de la obra, las canciones y las ironías interpretativas y del texto y sobretodo las ocurrencias escatológicas que siguen, aunque pasen los años, siendo del gusto del respetable.
Una sesión amena, divertida y necesaria en el momento social actual, con una sutil crítica política, y un nuevo espacio al que auguramos un gran éxito en un barrio que obligadamente potenciará el proyecto.