Un catálogo como conjunto de objetos e ideas. Aquí el término se limita a una descripción metodológica y de pensamiento que engloba estos últimos trabajos.
Pep Fajardo no es autor que siga radicalmente un único precepto en la hora de materializar propuestas. Siempre hay un intento de lograr nuevos umbrales, respondiendo a retos autoimpuestos. Sin nunca perder de vista lo aprendido, como si una pieza no fuera posible sin la anterior, y atendiendo a las necesidades de cada una de ellas para explicar aquello que se quiere. Instaurando así cierto aspecto musical en los resultados obtenidos, con los respectivos sonidos y silencios.
Los trabajos que integran esta muestra son de variada factura, como si se hiciera poner en valor el aspecto multicéfalo tan efectivo, para romper la linealidad a la cual lleva la siempre peligrosa monotonía.
La referencia a la realidad es muy patente. La inspiración en el paisaje, en el espacio, en ignotas naves andróminas, en la botánica reinventada, en los juegos de equilibrio fruto de una física recreativa que nos distrae y determina morfologías como, por ejemplo, con la alusión al péndulo y su explícito movimiento, el voraz paso del tiempo.
Ejercicios cromáticos y de composición. Dibujar en el espacio. Una verdadera apología del objeto sin olvidar el concepto poético, la dudosa función y el desuso. Contra oscuros transcendentalismos y por la claridad de una lúdica experiencia no exenta de preocupaciones.
Diálogo de distintos materiales con sus consiguientes contrapuntos. A menudo, con un planteamiento escenográfico que el crítico de arte y filósofo Arnau Puig definió como «espacios semantizados con otro sentido que el de los elementos que los componen».
He aquí los argumentos para un particular catálogo de objetos y reflexiones.
Hasta el 31 de mayo