El próximo jueves 9 de marzo a partir de las 19:30 hs realizarán una doble inauguración en la Galería Alba Cabrera. En la sala principal podrá visitarse la exposición “Hiero Gamos” de Joan LLobell (1967), artista multidisciplinar, Profesor Titular de Universidad en la UMH, comisario y Doctor en Bellas Artes por la UPV. En la sala superior contarán con la exposición “Paisajes de ninguna parte” de la artista Irene Fabra (1990), licenciada en Bellas Artes por la UPV y la Academia Nacional de Belas-Artes de Lisboa.Ambas exposiciones individuales permanecerán en la galería hasta el 14 de abril. Joan LLobell. “Hiero Gamos”, pintura. |
Consta de una instalación y nueve obras pictóricas realizadas a partir de materiales como el pan de oro o el cobre. La obra de Llobell se aproxima a una concepción espiritual de la experiencia artística, en la que la introspección, lo poético y lo simbólico adquieren gran relevancia. Otro aspecto destacable en su creación artística es la conexión con la naturaleza, en la que se intuye una indisoluble unidad entre el ser humano y su entorno natural, entre microcosmos y macrocosmos. Os adjuntamos el texto del comisario Alejandro Mañas García:Hiero Gamos, un viaje al misterio. «De todos los misterios del universo, ninguno más profundo que el de la creación», nos afirma Stefan Zweig. Pues es bien cierto que, cuando acontece algo que no existía antes, como la germinación de una nueva flor como ejemplo, el hombre lo toma como algo sobrehumano, un acontecer divino. A lo que comenta Zweig: «y nuestro respeto llega a su máximo, casi diría, se torna religioso»[1]. El misterio de la creación siempre ha sido para el hombre algo mistérico, un acontecer mágico. Un misterio en el cual el hombre ha querido penetrar y sigue penetrando para descubrir acto tan maravilloso. Así mismo, la mística es una experiencia interior, una experiencia que se produce también en el acto creativo del artista, que, a través de su peculiar visión, es capaz de hacernos trasladar a un momento inefable lleno de belleza y misterio. Un hecho que se da en la obra de Joan LLobell (1967), quien acumula una experiencia que se convierte en un tesoro, la cual se asemeja a la del místico, que forma parte de un ideal de vida. Un camino de introspección que se convierte en campo de batalla por el cual el artista explora sus límites para conseguir su propio proceso de creación. En este proceso, el trabajo de creación se transfigura al igual que su obra en un misterio profundo, en mística y por tanto en humanista. Una creación artística que hace que el espectador se introduzca en un universo peculiar e inagotable de reflexión ante lo que contempla. Donde el creador es capaz de lanzar preguntas a través de su obra o por el cual, el espectador se pregunta el porqué de la intención del artista; otro hecho es el de hacer: hacer que el espectador colabore en la obra, es decir la termine, pues el fin de la obra va dirigido hacia éste; aquí se manifiesta la profundidad del hombre, la espiritualidad, la que «abarca a toda la persona y a todas las personas —todos los seres, en un Abrazo que es sabiduría, sentido y bondad—»[2]. Y un último hecho es hacer partícipe al espectador de la sensación, del sentimiento producido, que a través de los medios plásticos el artista es capaz de comunicar al espectador, proponiéndole que sienta, experimente, que se deje llevar por las emociones, que se adentre dentro del misterio a través de la contemplación, de la estética, que se haga partícipe de ese mysterium tremendum. «La mística, entonces, es la energía creativa que no permite cansarse ni desistir»[3]. Todo un camino espiritual por el cual la persona es «llevada a descubrir la verdad sobre sí misma —su verdadera identidad, más allá del “yo individual”—»[4]. Esta investigación que se nos muestra a través de la exposición Hiero Gamos, recoge todo ese proceso lleno de humanidad, de sentimiento, de preguntas existenciales. Aquellas que como humanos nos hacemos en nuestro día a día, y en la que el arte se convierte en esa respuesta que nos recuerda la importancia de pararnos y buscar tiempo para nosotros, reflexionar en la importancia del cuidado de nuestro interior. Hiero Gamos nos introduce en un sin fin de conceptos que se aúnan en uno mismo para hablarnos del matrimonio espiritual, el encuentro interior de uno mismo con lo Absoluto. Los desposorios y la sexualidad espiritual. En este conjunto de obras cobran el protagonismo el azul, el oro, la noche oscura y el árbol. Colores y formas que se convierten en metáforas para introducirnos dentro de un universo y experiencia espiritual, lo inefable. Una interpretación poética de la tierra y cielo, de lo terrenal y lo sagrado, un Hieros Gamos, «unión nupcial del arriba y del abajo que desgarra destellos y rayos azules»[5]. En la exposición nos encontramos con una nueva versión de la obra Ocean feeling (2022), que inunda la galería de un áurea de misterio, la que nos introduce en la visión, en el sueño a través del color azul y el oro. Fruto no de la técnica, sino de un contacto más vital entre «su genio creativo y la belleza o verdad visibles», donde la visión, cuando el sujeto es un místico, el fruto se convierte en un contacto más «misterioso entre el visionario y una belleza o verdad trascendental»[6]. Un jardín que emerge del suelo, de lo terrenal, como el árbol que se nutre de sus raíces, el conocimiento, que va empapando de la tierra y el que va generando a través de sus ramas bifurcaciones, las que más tarde darán fruto. Toda una metáfora en la cual el árbol, el que nace de una semilla diminuta, nos habla del «potencial, el sí-mismo»[7], toda una metáfora que nos habla de lo espiritual y del ciclo de la vida, del metabolismo, la multiplicación, el fallecimiento y la renovación del ser. En el libro Árbol de filosofía de amor, del s. XIV de Ramón Llull, se vincula la unión del conocimiento al amor, que tiene que estar presente en toda ciencia y arte. Ramón Llull en esta obra nos dirá: «si supieran tan bien amar como saben entender»[8], haciendo referencia a que el amor es la herramienta poderosa que puede mejorar al mundo —ahí reside el cultivo del árbol—, tanto en la vida como en cada acción fundada en este concepto, donde podemos conectar con otras realidades, incluso entre nosotros. Toda una eclosión que termina con el fruto dado por sus ramas, el oro, color por excelencia de la mística, pues este evoca al tesoro escondido, quizás la piedra filosofal, nuestro interior, aquello que es difícil de encontrar, la imagen de los bienes espirituales, la luz última, la luz suprema. Mientras la serie de obras tituladas Hiero Gamos (2014-2023), nos introduce en los paisajes misteriosos, en los que la repetición de la forma se convierte en un ejercicio de introspección y contemplación para el espectador, que nos evocan a la naturaleza y a la sensación de mar oceánica. Para ello, nos envuelve en un halo de oscuridad y misterio en el que el color negro representa ese abismo, un agujero dentro del espacio, representa la noche y la muerte mística[9]: «muero porque no muero»[10]. Un espacio para el hombre al que se ha de enfrentar para llegar a la luz. Dentro de su sensación estas nos envuelven y engullen, es la atracción, el interés por penetrar la puerta del misterio a través de un diálogo mutuo. Una introspección interior que, en el decir de Nicolás de Cusa, si la puerta está vigilada por nuestra mente racional más alta (spiritus altissimus rationis), y no se la vence, esta entrada permanecerá siempre cerrada. Color que se utiliza también para representar el silencio, un silencio misterioso, pues «la oscuridad está quieta, aguarda y es opaca»[11]. El negro representa la transformación dentro de la mística, la introspección a mundos desconocidos, es la oscura noche del alma, es el entendimiento mismo, «noche oscura para que por ella pasen a la divina unión»[12]. Aquí San Juan de la Cruz nos aclara que en esa vía mística es necesario pasar por la angustia, por la pérdida y por la desorientación en la oscuridad, para poder llegar al denominado «Matrimonio espiritual». Unión que aparece en forma de destellos por la luz de las formas, donde el oro, unión de la muestra, representa ese conocimiento, esa simbiosis de amor. La obra generada por Joan Llobell es toda una proeza poética con el fin de hacer visible lo invisible, tal y como apunta Antoni Gonzalo Carbó «la percepción nunca es percepción sólo de lo visible, sino también y al mismo tiempo de lo invisible»[13]. Hiero Gamos representa el proceso que conecta el concepto de la puerta con el de lo absoluto —lo invisible—. Un viaje engendrado en el amor y la humildad. Un trabajo silencioso labrado «como la abeja en la colmena»[14]. Alejandro Mañas García Comisario y Profesor de la Universitat Politècnica de València [1] Zweig, S., (2015). El misterio de la creación artística. Madrid: Sequitur, p. 13.[2] Martínez Lozano, E., Vida en plenitud. Apuntes para una espiritualidad transreligiosa. PPC, Madrid 2012, p. 7.[3] Bogo, A., (2011). «La mística en los movimientos sociales», en Vigil, J. – Casaldáliga, P. (eds.), Agenda Latinoamericana mundial. Panamá, p. 214.[4] Martínez Lozano, E., (2012). Vida en plenitud. Apuntes para una espiritualidad transreligiosa. Madrid: PPC, p. 7.[5] Haas, A. M., (1999). Visión en azul. Estudios de mística europea. Barcelona: Siruela, p. 39.[6] Underhill, E., (2006). La mística. Estudio de la naturaleza y desarrollo espiritual. Madrid: Trotta, p. 310.[7] Martin, K. (ed.), (2011). El libro de los símbolos. Reflexiones sobre las imágenes arquetípicas. Köln: Taschen, p. 128.[8] Vega, A., (2016). «Estética y poética dels Ars Combinatoria». En Vega, A., (com.). La máquina de pensar. Ramón Llull y el Ars Combinatoria. Barcelona: Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, p. 43.[9] Cf. Bataille, G., (2010). El erotismo. Barcelona: Tusquets, p. 245. «Desafío a la muerte, para dar testimonio esencial de místico, que es justamente decir lo que sienten» p. 92.[10] Santa Teresa de Jesús, (2000). Obras completas. Madrid: Editorial de Espiritualidad, p. 1153.[11] Martin, k., op. cit., p. 100.[12] San Juan de la Cruz, (2009). Obras Completas. Madrid: BAC, p. 255.[13] Gonzalo, C., «El ver que excede la vista en Maurice Merleau-Ponty y Jean-Luc Godard», en Convivium, nº 24 (2011) p. 142.[14] Santa Teresa de Jesús, op. cit., p. 818.Irene Fabra. “Paisajes de ninguna parte”, pintura. |
Se compone por un total de quince obras en las cuales entran en diálogo el lenguaje técnico de la pintura al óleo y el collage.En esta exposición de la artista valenciana encontraremos pinturas que nos remiten a un recuerdo o un anhelo. Fragmentos abstractos, un nuevo horizonte. Tierras desconocidas que se presentan amables ante nuestro imaginario personal de lugares vividos y recordados. Soñados.Sus paisajes, de presencia y significados únicos, han surgido de la sutileza del recuerdo y del estudio del color, donde la obra se forma a sí misma entre composición, texturas y ritmos, dejando a un lado la exactitud geográfica y las referencias fotográficas. Generando una atmosfera que tiende a bordear lo abstracto envolviendo al espectador en un preciso instante único.Son espacios de contemplación mágicos donde sin duda en cada mirada se desvela algo exclusivo e intransferible: formar parte del paisaje. |