Hasta el 1 de mayo de 2022 en el MUA de Alicante.
Elio Rodríguez es un artista cubano, negro, nacido en La Habana Vieja, de madre costurera, formado en el Instituto Superior de Arte y la Academia San Alejandro y, desde hace más de 15 años, residente en Elche. Tiene un alter-ego que es El Macho, un personaje estereotipado del negro cubano: seductor, burlón, sensual, sexual, guasón, lascivo, carnal, animal, exótico, ancestral, hipermasculino, salvaje, tropical, deseado, primitivo… El Macho es Elio pero llevado a la desmesura, El Macho es el instrumento del que se vale Elio para conocerse, para reírse de sí mismo, y al mismo tiempo para, desde el humor y la irreverencia, analizar la identidad y la cultura cubana, desmontando los clichés, estereotipos, mentiras y trampas de la política, la economía y la sociedad de su país y del mundo.
Pero en esta exposición el protagonista no es El Macho, sino la selva, la naturaleza salvaje, que a la postre, vuelve a ser alter-ego de Elio Rodríguez y, por extensión, de El Macho. Una vegetación que se muestra voraz, carnosa, voluptuosa, lujuriosa, insinuante, sabrosa, sexualizada, cálida, exuberante… Y aunque el punto de partida, o quizás el pretexto, se encuentre en la obra maestra de su compatriota Wilfredo Lam “La Jungla” (1943) -en la que el arte y la cultura cubana se mezclan con el cubismo y el surrealismo europeo- a la postre, las junglas, ceibas y manglares de Elio Rodríguez no hablan ni de arte ni de naturaleza, sino de identidad, de identidad afrocubana, sin pasar por el tamiz occidental. Una identidad que se muestra indómita, feroz, enraizada en la tierra, impetuosa y desbocada.
Todo en la obra de Elio se manifiesta lúdico. Sus pinturas, dibujos, bocetos, vídeos y, especialmente, sus esculturas blandas son un divertimento, un juego de volúmenes, texturas y colores en el que las formas se entrelazan, se rozan, gozan e invaden cada rincón del espacio. pero tras la primera apariencia hay un poso de oscuridad, de pena y desasosiego, una rendija por la que se filtra la amargura y el desconsuelo. No es que sus obras sean tristes, ni mucho menos, pero, en definitiva, Elio / El Macho cultiva el humor
desde la frustración y la tristeza.