Picazo Studio es el nuevo espacio que el polifacético artista José Antonio Picazo ha abierto en el barrio de
Russafa. Se suma, así, a la efervescencia artística del barrio de Valencia. La puerta, de madera y cristal, nos permite observar desde fuera colores y luces que invitan a entrar. Si atravesamos esta puerta, nos adentramos en el “mundo Picazo”, Studio.
El local mantiene la esencia que caracteriza a esta zona de Valencia y sus ancestros árabes. Lo apreciamos
enseguida en los arcos moriscos que, sustentados en el techo, dividen en dos la actual estructura de la sala.
En toda ella, en general, y también en sus paredes y su suelo, se aprecian las huellas que han ido dejando
los diversos usos anteriores de este espacio.
Una vez dentro, podemos observar y disfrutar de la obra del artista, basada en la abstracción geométrica,
trabajada desde distintos aspectos y puntos de vista. En primer lugar, se pueden ver los trabajos realizados en 3D, jugando con las sombras, los espacios vacíos, intentando reflejar un mundo en el que la
automatización, la robotización, y la inteligencia artificial, adquieren cada vez más peso en nuestra
cotidianidad.
El mensaje que quiere trasmitir el artista influye de manera importante en la selección de los materiales y
en la forma de trabajar. Este es el caso, por ejemplo, de las obras sobre cartón que vemos a la entrada de la sala principal. Con la voluntad de hablar de la transformación de la sociedad, Picazo ha elegido cartones de una fábrica de reciclaje de el Alcoiá , con décadas de existencia, dedicada a dar una nueva vida a los papeles y cartones que tiramos a la basura. En mitad del proceso de reciclaje, estos cartones adquieren unas interesantes ondulaciones con las que trabaja el artista, añadiendo, además, una especie de juego con estructuras pintadas y trasparencias, donde se mezclan el fondo y la forma.
Frente a estas obras sobre cartón, donde se ensancha la sala y se abre el espacio, reconocemos las pinturas en acrílico sobre tabla, lo más conocido del artista y que son su marca y su seña de identidad. En ellas reflexiona sobre los ritmos de vida de nuestra sociedad, heredados de la Revolución Industrial.
Pasamos la zona de talleres de trabajo digital y de pintura, y nos adentramos en una sala más oscura,
donde se ven dos tipos de trabajos basados en la luz. Han sido compuestos con capas alternas de
estructuras realizadas en corte laser y capas de un polímero rugoso y traslúcido, que hace que las
estructuras se difuminen, generando una especie de miopía en el observador. Con ello intenta trasmitir una reflexión sobre la dificultad de predecir cuál va a ser nuestro futuro.
Seguimos avanzando y llegamos a la pared del fondo, en un ambiente casi religioso, sin incienso. Aquí
encontramos una serie de piezas que se han podido ver en la última exposición en la que participó el artista, “Arquitecturas deshabitadas”, en la sala de Las Atarazanas, en Valencia-Puerto. Estas obras están realizadas con dos técnicas: son como cajas con una superposición de estructuras en su interior, que empiezan en impresión 3D y acaban en una imagen digital en el fondo. Hablan del proceso actual que marca nuestras vidas: de la pérdida de lo palpable en favor de lo digital.
Hemos hablado sobre Picazo y su obra. Dejamos al artista, trabajando en sus creaciones, en la soledad del estudio. Hacemos el recorrido inverso y salimos. Nos encontramos de nuevo en la calle Sevilla. Nos
percatamos de que no es una calle cualquiera de cualquier lugar. Esta calle tiene un alma propia, que respira mucho arte, arte abierto a quien quiera mirar.
En esa misma calle se han establecido talleres y salas que se encuadran en la tendencia de José Antonio
Picazo. Justo enfrente de su local-estudio, en el número 14, podemos observar, también desde la calle, cómo trabaja Elena Martí, en su taller; en él muestra la artista su delicada obra basada en elementos de la
Naturaleza. Es un espacio que funciona desde hace varios años y en el que se respira arte por todas partes, en su obra y en los numerosos objetos que se ofrecen al público.
Si dirigimos nuestros pasos hacia Gran Vía, pasamos por delante del taller de restauración Acanthus y, desde el exterior, podemos observar cómo vuelven a dar vida a muebles antiguos, casi muertos. Pasado este taller, llegamos al histórico Sporting Club Russafa, antiguo gimnasio y de boxeo, donde se han establecido una serie de artistas: desde Picazo y Elena Martín hasta los actuales ocupantes del espacio: Ximo Micó, María José Ballester, Tina McCallan, Maite Bäckman, Josie McCoy, Fernando Rincón, Rafa de Corral y Lucía Peiró.
Dentro del Sporting, vemos también un escenario, antiguo ring de boxeo, en el que durante los fines de
semana se realizan actividades escénicas, gestionadas por Carmen Bonet. Si damos media vuelta y vamos
hacia el otro extremo de la calle, nos encontramos con otro taller de artistas llamado “Color Elefante”.
Y, si no tenemos bastante, podemos acercarnos a hablar con la artista Carmen Lindo, o con Marcos, el de la tienda Kowalski, que provee de material de bellas artes al barrio. Ambos están ubicados en la calle Denia, en los números 2 y 20, respectivamente.
Vale la pena perderse por estas calles, disfrutar con tiempo de sus artistas, escuchar lo que te cuentan sobre su trabajo, abrir sus puertas, entrar, y vivir el arte desde dentro.